Traducido para IraqSolidaridad por Nadia Hindi
Global Research, 29 de agosto de 2001
Este documento que reproducimos a continuación fue escrito hace casi 12 años pero su terrible vigencia nos ha impulsado a reproducirlo nuevamente. Este artículo demuestra en base a documentos oficiales estadounidenses cómo ese país deliberadamente pretendió con las sanciones (y después con la guerra) diezmar a la población iraquí con una muerte lenta y de máximo sufrimiento para los niños iraquíes: la imposibilidad de que la población iraquí dispusiera de agua potable. Veinte años después del inicio de las sanciones criminales contra Iraq, la población sigue muriendo por falta de agua potable.
IraqSolidaridad, 2 de septiembre de 2012
“El primer documento ‘Defectos del sistema de tratamiento de agua iraquí’, data del 22 de enero de 1991. Habla de cómo las sanciones impedirán a Iraq suministrar agua potable a su población.”
Thomas J. Nagy
Global Research, 29 de agosto de 2001
En septiembre de 2001, Thomas Nagy, reveló la existencia de documentos de los servicios secretos estadounidenses que “[…] demostraban más allá de toda duda que en contravención de las Convenciones de Ginebra, el gobierno estadounidense, de forma intencionada, utilizó las sanciones contra Iraq para destruir el sistema de canalización de agua tras la Guerra del Golfo.
“[…] Estados Unidos sabía el coste que los civiles iraquíes, especialmente los niños, pagarían y, de todas maneras, siguió adelante. El 12 de mayo de 1996 se dieron a conocer algunas de las espantosas consecuencias de esta política, cuando el programa 60 minutos de la CBSNews informó de que alrededor de medio millón de niños iraquíes habían muerto como consecuencia de las sanciones impuestas por Estados Unidos. Este hecho llevó a la infame respuesta que dio Madeleine Albright, la entonces secretaria de Estado, ante la pregunta “¿Mereció la pena?” Su respuesta fue: “[…] Creemos que el precio ha merecido la pena”. Con posterioridad, Albright pidió disculpas, no por la política asesina, de la cual ella misma era parcialmente responsable, sino por el hecho de que su respuesta ante la pregunta mencionada “[…] agravó nuestros problemas de relaciones públicas” en Oriente Próximo.
La reacción en Estados Unidos fue que su comentario “[…] no se tomó en cuenta”. Subsiguientemente en 2003, Estados Unidos invadió Iraq utilizando la estrategia de “rápido dominio” (más conocida como operación ‘Conmoción y Pavor’). El objetivo de esta estrategia era “paralizar” al enemigo, seguir con la destrucción de “[…] los medios de comunicación, el transporte, la producción de alimentos, la canalización de aguas y otros aspectos de la infraestructura”. Uno de los objetivos de la campaña de bombardeos que llevó a la invasión de Iraq fue la red eléctrica, lo que supuso la imposibilidad de que el país potabilizara el agua. [1]
Este relevante estudio, realizado por el profesor Nagy, estuvo entre los primeros artículos que Global Research publicó. Formaba parte del lanzamiento del sitio web. El artículo data del 29 de agosto de 2001.
El primer documento “Defectos del sistema de tratamiento de agua iraquí”, que data del 22 de enero de 1991, habla de cómo las sanciones impedirán a Iraq suministrar agua potable a su población.
Iraq depende de la importación de equipamiento especializado y de algunos productos químicos para potabilizar el agua, un agua altamente mineralizada y con frecuencia casi salina”, indica el documento. “[…] Sin disponer de suministros nacionales, tanto para el tratamiento de agua como para reponer algunos productos químicos esenciales, Iraq seguirá intentado violar las sanciones de Naciones Unidas para importar productos esenciales. El no tener asegurado el suministro de estos productos provocará que la mayor parte de la población no tenga agua potable lo que, a su vez, provocará el aumento de las enfermedades, sino una epidemia.
El documento da a conocer una gran cantidad de detalles técnicos sobre las fuentes y las reservas de agua de Iraq. La calidad del agua no tratada “[…] por lo general es pobre”, y beber ese agua “[…] podría producir diarrea”, afirma el informe, el cual señala que los ríos de Iraq “[…] contienen materiales biológicos, contaminantes y están llenos de bacterias. A menos que se purifique el agua con cloro, se podrían producir epidemias de enfermedades tales como cólera, hepatitis y tifus”.
El documento señala que la importación de cloro “[…] está sujeta a embargo” debido a las sanciones. “[…] Informes recientes indican que las reservas de cloro son extremadamente bajas”.
La alimentación y los medicamentos también resultarán afectados, afirma el documento. “[…] Las plantas de procesamiento de alimentos, de componentes electrónicos y, particularmente las farmacéuticas, precisan de agua extremadamente pura, es decir libre de cualquier contaminante biológico”, afirma el informe.
El documento indica las posibles contramedidas que Iraq podría adoptar para la obtención de agua potable, a pesar de las sanciones.
Lógicamente, Iraq podría llevar agua desde las reservas en las montañas hacia las zonas urbanas, pero la capacidad de obtener cantidades significativas “[…] es extremadamente limitada”, según afirma el documento. “[…] La cantidad de tuberías disponible, y la carencia de estaciones desde donde bombear el agua, limitarían la construcción de tuberías hasta esas reservas. Además, sin una debida purificación con cloro, el agua contendría contaminantes biológicos. Algunos acaudalados iraquíes podrían cubrir sus necesidades mínimas de agua de buena calidad proveniente de las fuentes de agua del norte de Iraq. Si se hierve, el agua se puede consumir con seguridad. Los iraquíes más pobres y las industrias que requieren una gran cantidad de agua depurada no serían capaces de cubrir sus necesidades.
El informe también indica la posibilidad de que los iraquíes utilicen el agua de la lluvia. Las precipitaciones suceden en Iraq durante el invierno y la primavera, pero eso ocurre básicamente en las montañas del norte, afirma el informe. Lluvias esporádicas, a veces lluvias fuertes, caen sobre las planicies, pero Iraq no puede depender de la lluvia para tener agua potable.
Como alternativa, Iraq podría intentar convencer a Naciones Unidas o a determinados países para que los productos de tratamiento de agua queden exentos de las sanciones por razones humanitarias, señala el documento. Es probable también que Iraq intente comprar suministros utilizando a países amigos como escudo. Si estos intentos fracasan, las alternativas de Iraq no serían suficientes para cubrir las necesidades nacionales.
Con palabras crudas, el documento detalla lo que le aguarda al país: “[…] Iraq sufrirá una creciente escasez de agua potable debido a la falta de productos químicos necesarios y de membranas de desalinización. Probablemente haya incidencias de enfermedades, incluidas posibles epidemias, a menos que la población tenga cuidado de hervir el agua».
El documento ofrece un calendario para la destrucción de la canalización de agua de Iraq. «[…] En general, la capacidad de Iraq de tratamiento del agua sufrirá un lento declive, en lugar de una parada brusca” y añade “[…] aunque Iraq ya está experimentando una pérdida de su capacidad del tratamiento de agua, es probable que lleve al menos seis meses (hasta junio de 1991) para que el sistema esté destruido al completo”.
Este documento, que no fue publicado en 1995, a pesar de estar parcialmente desclasificado, se puede encontrar en la página web del Pentágono.
Di a conocer este documento el pasado otoño, sin embargo, los medios de comunicación le prestaron poca atención. Los únicos periodistas, de los que yo tengo conocimiento, que han escrito extensas crónicas basadas en el documento son Felicity Arbuthnot, quién reveló el caso en el Sunday Herald of Scotland y Charlie Reese de Orlando Sentinel quien hizo el seguimiento).
Recientemente me he encontrado con otros documentos de la DIA [2] que confirman el seguimiento del Pentágono de la destrucción de la canalización de agua en Iraq. Estos documentos no han sido publicados hasta ahora.
El primer informe de este lote de documentos se denomina «Información de enfermedades» también con fecha del 22 de enero de 1991. La parte superior dice:
“Asunto: efecto del bombardeo sobre la presencia de enfermedades en Bagdad. El análisis es contundente. El aumento de enfermedades es atribuible a la degradación de la medicina preventiva, de la eliminación de residuos, de la purificación y distribución del agua y de la electricidad además de a la disminución de la capacidad del control de los brotes de enfermedades. Cualquier área urbana de Iraq que haya estado expuesta a daños en la infraestructura de canalización de agua sufrirá problemas similares”.
A continuación, el documento procede a detallar los posibles brotes. Menciona «diarrea aguda» provocada por bacterias tales como E. coli, shigella y salmonella o por protozoos tales como la giardia que afectarían «especialmente a los niños» o por el rotavirus que también afectaría «especialmente a los niños», frase que resaltan entre paréntesis. También cita la posibilidad de “brotes de fiebre tifoidea y el cólera”.
El documento advierte que el gobierno iraquí puede «culpar a EEUU por problemas de salud pública a causa del conflicto militar».
El segundo documento de la DIA «Brotes de enfermedades en Iraq» tiene fecha del 21 de febrero de 1990, pero el año es claramente un error tipográfico ya que debería ser de 1991. Dice lo siguiente:
«[…] Las condiciones son favorables a los brotes de enfermedades contagiosas, especialmente en grandes áreas urbanas afectadas por los bombardeos de la Coalición» y añade «[…] La prevalencia de enfermedades infecciosas en las principales zonas urbanas iraquíes objeto de los bombardeos de la Coalición (Bagdad, Basora) ha aumentado sin dudas desde el inicio de la Tormenta del Desierto… Los problemas de salud pública actuales son atribuibles a la reducción de la medicina preventiva normal y a la reducción de la eliminación de residuos, depuración y distribución del agua, electricidad, además de la disminución de la capacidad de control de los brotes de enfermedad»
Este documento enumera las enfermedades con más probabilidad de aparecer durante los próximos 60 y 90 días (orden descendente): las enfermedades diarreicas (especialmente en niños); enfermedades respiratorias agudas (resfriados y gripe); fiebre tifoidea; hepatitis A (especialmente en niños); sarampión; difteria; tos ferina (especialmente en niños); meningitis, incluida la meningocócica (especialmente en niños) y cólera (menos probable).
Al igual que el documento anterior, éste advierte que el gobierno iraquí podría «[…] hacer propaganda del aumento de las enfermedades endémicas».
El tercer documento de esta serie, «Los problemas médicos en Iraq», tiene fecha del 15 de marzo de 1991 y dice así:
“[…] Las enfermedades contagiosas en Bagdad están más extendidas de lo que suele apreciarse durante esta época del año y tiene su relación en las malas condiciones sanitarias (canalización de agua contaminada y una eliminación de aguas residuales inadecuada) como resultado de la guerra. De acuerdo con UNICEF y el informe de la Organización Mundial de la Salud, la cantidad de agua potable es inferior al cinco por ciento del suministro inicial. No hay agua operativa ni plantas de tratamiento de aguas residuales, y la incidencia de la diarrea es cuatro veces superior a los niveles normales. Asimismo, las infecciones respiratorias van en aumento. Los niños en particular se han visto afectados por estas enfermedades.”
Quizás, para ilustrarlo en más detalle, el documento prosigue:
“[…] Hay indicios de que la situación está mejorando y de que la población está haciendo frente a las malas condiciones”, pero añade “[…] las condiciones en Bagdad siguen siendo favorables a los brotes de las enfermedades contagiosas».
En el cuarto documento “Situación de las enfermedades en los campamentos de refugiados”, fechado en mayo de 1991, puede leerse:
“[…] El cólera y el sarampión han aparecido en los campamentos de refugiados. Otras enfermedades infecciosas se extenderán a causa del tratamiento inadecuado del agua y al deficiente saneamiento”.
El motivo de este brote se indica claramente otra vez que “[…] las principales causas de las enfermedades infecciosas, la diarrea, la disentería, y los problemas respiratorios graves son la falta de saneamiento y el agua sucia. Estas enfermedades afligen principalmente a ancianos y a niños”.
El quinto documento, «Condiciones de salud en Iraq», de junio de 1991 sigue estando prácticamente inaccesible. Lo único que he podido extraer de él es que la DIA envió a una fuente «[…] para evaluar las condiciones de salud y determinar las necesidades médicas más importantes de Iraq”. La fuente observó que el sistema médico iraquí sufría de un desorden considerable, y que “[…] las instalaciones médicas han sido ampliamente saqueadas y los suministros de casi todos los medicamentos escasean de forma alarmante”.
Sobre un campamento de refugiados, el documento dice que “[…] al menos un 80% de la población padece diarrea”. En este mismo campamento, llamado Cukurca, “[…] han irrumpido el cólera, la hepatitis B y el sarampión».
El Kwashiorkor [3], enfermedad provocada por una deficiencia proteica ha sido detectado “[…] por primera vez en Iraq”, añade el documento.
“[…] La gastroenteritis ha matado a niños (…) En el sur, el 80% de los fallecidos fueron niños (con la excepción de la ciudad de Amara, donde los niños componían el 60% de los fallecidos)».
El último documento, «Iraq: evaluación de la salud actual. Amenazas y capacidades», tiene fecha del 15 de noviembre de 1991. Este documento trata la responsabilidad de los daños de forma distinta y así es como comienza: «[…] El restablecimiento de los servicios de salud pública de Iraq y la escasez de material médico importante siguen dominando la preocupación internacional. Ambas cuestiones han sido aparentemente explotadas por Saddam Hussein en un intento de mantener con firmeza a la opinión pública contra EEUU y sus aliados de la Coalición, y para dirigir la culpa lejos del gobierno iraquí».
En el documento se minimiza la magnitud de los daños. Aunque la incidencia de las enfermedades infeccionas en todo el país es mayor de lo que lo era antes de la Guerra del Golfo, los niveles no son tan catastróficos como algunos grupos pronostican. El régimen iraquí seguirá explotando los datos de incidencia de enfermedades para sus propios fines políticos.
Asimismo, el documento culpabiliza a Saddam Husseín: “[…] La escasez de suministros médicos de Iraq son el resultado del acopio de los suministros por el gobierno central, la distribución selectiva y la explotación de los recursos médicos de socorro nacionales e internacionales”. Y además añade: “[…] La reanudación de los programas de salud pública… dependen completamente del gobierno iraquí”.
Tal y como estos documentos demuestran, EEUU sabía que las sanciones tendrían la capacidad de devastar el sistema de tratamiento del agua de Iraq y sabía cuáles serían las consecuencias: Aumento de los brotes de enfermedad y altas tasas de mortalidad infantil.
EEUU estaba más preocupado por la pesadilla de las relaciones públicas que por la pesadilla real que las sanciones supusieron y aún suponen para los inocentes iraquíes.
La Convención de Ginebra es completamente clara al respecto. El artículo 54 del protocolo de 1979, relativo a la Protección de las víctimas de conflictos armados internacionales, establece que: “[…] Se prohíbe atacar, destruir, sustraer o inutilizar los bienes indispensables para la supervivencia de la población civil, tales como productos alimenticios, cultivos, ganado, instalaciones y suministros de agua potable y obras de riego, con el fin especifico de privar a la población civil o a la parte enemiga, de su sustento, fuere cual fuere el motivo, ya sea por causar hambre entre los civiles o por provocar su desplazamiento o por cualquier otro motivo”.
Sin embargo, eso es precisamente lo que hizo el gobierno de EEUU con premeditación y alevosía. Ha destruido, eliminado o inutilizado las instalaciones de agua potable de Iraq y su canalización. Las sanciones impuestas durante casi 13 años, en gran parte debido a la insistencia de EEUU, constituye una violación de la Convención de Ginebra, lo que equivale a una intento sistemático para, en palabras de la DIA, “[…] degradar completamente” los recursos de agua en Iraq.
Durante la última década, Washington amplió el número de víctimas mediante su persistente negativa a que Iraq importe los pocos productos químicos y equipamiento necesarios para la limpieza de sus suministros de agua.
El pasado verano, Tony Hall, representante demócrata de Ohio, escribió a la entonces Secretaria de Estado, Madeleine Albright, “[…] acerca de los profundos efectos del creciente deterioro de la canalización de agua y de los sistemas de saneamiento de Iraq sobre la salud de sus hijos”.
Hall escribió: “[…] Las enfermedades diarreicas, principal asesino de los niños menores de cinco años, han alcanzado proporciones epidémicas con una incidencia cuatro veces más frecuente que las de 1990 (…) La suspensión de los contratos del sector del saneamiento del agua es el principal motivo del aumento de las enfermedades y de la mortalidad. De los 18 contratos, todos excepto uno han sido suspendidos por el gobierno de EEUU. Estos contratos son para la compra de productos químicos de purificación, cloradores, bombas de dosificación de sustancias químicas, tanques de agua y otros equipos (…) Les insto a sopesar su decisión en contra de la enfermedad y la muerte, resultado inevitable de la carencia de agua potable y de unos niveles mínimos de saneamiento”.
Desde hace más de diez años, EEUU ha seguido una política deliberada de destrucción del sistema de canalización de agua en Iraq, aun conociendo muy bien el coste en vidas iraquíes que eso supone. Naciones Unidas ha estimado que más de 500 mil niños iraquíes han muerto como resultado de las sanciones y que cinco mil niños iraquíes siguen muriendo cada mes por esta misma razón.
Nadie puede afirmar que EEUU no sabía lo que estaba haciendo.
Notas:
1.- Lawrence Davidson , Loopholes in International Law, Global Research, 21 de septiembre de 2010.
2.- Agencia estadounidense de la Inteligencia de la Defensa.
3.- El aspecto físico de estos niños es el de aquellos cuyas imágenes dieron la vuelta al mundo a consecuencia de la hambruna provocada por la guerra entre Biafra y Nigeria en los años 60. Tratada a tiempo los niños podrán evitar la muerte pero su crecimiento se verá afectado de por vida.
Texto original en inglés disponible aquí